Si lees este artículo, te darán ganas de salir corriendo a comprar un libro
Quiero empezar confesándote mis obstáculos iniciales con la lectura. Tal vez te suenen familiares: falta de tiempo, mil distracciones, y el prejuicio de que leer es aburrido. En mi caso, siempre decía: “No tengo tiempo para leer”. Entre las tareas de la uni, el trabajo, y querer relajarme viendo TikToks, sentía que el día no me daba un respiro. Además, arrastraba el recuerdo de las lecturas obligatorias del colegio —esos libros densos que leíamos por obligación— y pensaba que leer era casi un castigo. Si a eso le sumas que vivimos rodeados de pantallas tentadoras, cada vez que intentaba leer terminaba agarrando el teléfono "un ratito"… y adiós libro. Te cuento esto porque superar esas barreras fue mi primer paso. Un día cualquiera me di cuenta de que sí tenía pequeños huecos libres: el trayecto en bus a la facultad, esos 15 minutos antes de dormir, la espera en la fila del banco. Tiempo había, solo que lo dispersaba en el celular. Así que decidí hacer un experimento muy simple: durante una semana, en vez de abrir Instagram antes de dormir, abrí un libro. Al principio costó; mi mente estaba inquieta y quería revisar mensajes. Pero tras unos días, empecé a apreciar ese ratito de calma con un libro en las manos. Para mi sorpresa, la lectura resultó ser más relajante que ver memes a medianoche. También me ayudó mucho cambiar mi mentalidad sobre la lectura. Comprendí que si un libro me aburría, no era porque leer fuera intrínsecamente aburrido, sino porque no había encontrado el libro indicado. Es como cuando pruebas un deporte: si odias correr, quizás el básquet te encante. Con los libros igual, solo necesitaba el género o la historia adecuada. Cuando entendí eso, dejé de culpar a la lectura en sí y empecé a buscar historias que realmente me llamaran la atención.
Superadas esas primeras trabas, venía la pregunta: ¿Cómo rayos meto la lectura en mi rutina? Aquí te van algunos trucos prácticos que a mí me funcionaron, contados en confianza:
Pequeños ratos suman mucho: Comencé leyendo 10 minutos al día. Sí, solo diez. Me decía: “Leeré un capítulo o unas páginas, nada más.” Muchas veces esos 10 minutos se convertían en 20 o 30 sin darme cuenta, porque la historia me atrapaba. Pero si un día solo cumplía con diez, ya estaba genial. Lo importante fue ser constante, no la cantidad de páginas.
Lleva un libro a todas partes: Empecé a cargar un libro (o el Kindle en el celular) en mi mochila. Así, cuando surgía un tiempo muerto —el bus retrasado, la espera en el médico, ese compañero que llega tarde a reunirse— aprovechaba para leer un poquito. Me sentí productivo y entretenido en momentos que antes eran puro aburrimiento mirando al techo.
Crea un rincón o momento de lectura: Noté que ayudaba tener un ritual. Por ejemplo, me hice el hábito de leer antes de dormir, ya en cama, con una luz cálida. Era mi momento de desconexión. A veces lo hago por la mañana con el café. Busca ese momento del día que puedas dedicarte y convertirlo en tu rutina lectora, aunque sea breve. Con el tiempo, tu mente ya sabe: “Hey, este es mi ratito de leer y relajarme.”
Fuera distracciones: Al principio tenía que dejar el móvil en otra habitación o en modo avión para no caer en la tentación. Ya después de agarrarle el gusto al libro, me olvidaba del teléfono por un rato sin esfuerzo. Pero al inicio, se vale hacer trampa: pon el teléfono lejos, cierra la laptop, crea un ambiente tranquilo. Créeme, ese WhatsApp puede esperar media hora.
Con estos cambios simples integré la lectura poco a poco. No fue de un día para otro ni siempre perfecto; hubo días que no leí nada, y está bien. Pero la idea es que, sumando esos pequeños momentos día tras día, el hábito se va formando casi sin que lo notes.
¿Qué leer si estás empezando?
Otra duda que tuve (y que tal vez tú también tengas) fue: “¿Qué demonios leo? ¿Por dónde empiezo si nunca he sido lector?” Yo pensaba que para “leer de verdad” debía escoger libros muy aclamados o clásicos difíciles, porque “eso leen las personas inteligentes”. ¡Error! Si empiezas por algo que te aburra o te resulte pesado, es receta segura para abandonar. Aprendí por las malas que la mejor forma de iniciar es leyendo algo que realmente te interese, por el motivo que sea. En mi caso, descubrí que me enganchaban las novelas de misterio y aventura, de esas que casi se leen solas porque quieres saber qué pasa después. Mi primer libro completo tras años de sequía fue uno de Sherlock Holmes, y lo devoré sin sentir que “tenía” que leer, ¡quería leerlo! Después seguí con una saga juvenil de fantasía que estaba de moda. No importaba que no fueran libros muy profundos o famosos, me lo pasaba bien y eso era lo principal. Te recomiendo probar con:
Géneros o temas que ya te gusten: Si te fascinan los deportes, ¿por qué no una biografía de tu atleta favorito? Si amas el terror, un thriller cortito podría ser ideal. ¿Te gustan los romances estilo comedia? Hay novelas ligeras perfectas para ti. Empieza por lo que genuinamente te atraiga, sin importar lo que digan los demás.
Libros cortos o de capítulos breves: Al iniciar, lograr terminar un libro corto da mucha motivación. También ayudan las historias con capítulos cortitos; cada vez que acabas uno sientes progreso (¡y engancha leer “solo un capitulo más”!).
Best-sellers o juveniles: Suelen ser más ágiles y sencillos de leer. Hay razón por la que muchos best-sellers enganchan: lenguaje accesible y tramas entretenidas. No le hagas el feo solo porque sean populares; a mí Los juegos del hambre me tuvo pegado a sus páginas, por ejemplo.
Cómics, novelas gráficas o cuentos: Si leer mucha letra seguida te agobia, los cómics o novelas gráficas mezclan ilustraciones y texto, haciendo la experiencia más dinámica. Los cuentos cortos también son geniales para ir tomando ritmo sin comprometerte con 500 páginas.
Prueba y error: Y sobre todo, no temas abandonar un libro si no es para ti. Esto fue clave: antes me sentía obligado a terminar todo libro que empezaba “por principio”. Ahora, si un libro me está aburriendo mucho, lo dejo y busco otro. ¡No pasa nada! No es un examen, estás leyendo por placer. Ya quizás en otro momento le des otra oportunidad o tal vez nunca, pero tu tiempo es valioso, inviértelo en lecturas que te hagan sentir bien.
Recuerda, cada lector tiene su propio gusto. Quizá el libro que me fascinó a mí a ti te parezca meh, y viceversa. La única regla aquí es leer lo que te haga feliz o te dé curiosidad. Cuando logras eso, la lectura deja de sentirse como tarea y se convierte en un gusto personal.
Algo que me quitó un gran peso de encima fue entender que no existe una manera única o “correcta” de leer. En la escuela nos daban muchas reglas: lee en silencio, con absoluta concentración, sin saltarte nada, haciendo notas al margen... Uf. Por un tiempo pensé que si no leía de esa forma casi académica, entonces “leía mal”. ¿Te ha pasado pensar así? Porque a mí sí, y déjame decirte: olvídalo. Aquí ninguno de los dos está rindiendo examen de lectura, ¿vale? Cada quien puede aproximarse a los libros como mejor le funcione. Te cuento algunas manías mías que antes creía “incorrectas” y ahora abrazo feliz:
Leo a mi propio ritmo: Hay días que devoro 50 páginas, y otros en que con suerte avanzo 5. Y está bien. Ya no me obsesiono con leer rápido. Si un párrafo me gustó mucho, lo releo saboreándolo. Si un día estoy cansado, leo un poquitín nada más. No hay prisa; el libro no se va a escapar de mi velador.
A veces leo varios libros a la vez: Antes pensaba que debía terminar uno antes de empezar otro, casi como ley sagrada. Ahora suelo tener dos o tres libros empezados de distintos géneros. Según mi ánimo, escojo uno u otro en el día. Es curioso, pero tener variedad me mantiene constante: si me saturo de un tema, cambio al otro y así ninguno se queda abandonado. ¡Y no, no me confundo; nuestro cerebro puede con eso y más!
Salto y hojeo si lo necesito: Confieso que en alguna novela densa he saltado descripciones larguísimas o partes que se me hicieron pesadas. ¿Es trampa? Quién sabe, pero ¿a quién le importa? Tu lectura, tus reglas. Mientras entiendas y disfrutes la historia, puedes leer de forma no lineal si lo deseas. Incluso hay gente que lee el final primero por curiosidad (yo no llego a tanto porque me arruino la sorpresa, pero si tú quieres hacerlo, adelante).
Formato que prefieras: ¿Que si es mejor el papel, el e-book o el audiolibro? Cada formato tiene su encanto. A mí me encanta el olor de un libro físico, pasar páginas a la antigua. Pero también uso el Kindle y audiolibros cuando estoy en movimiento (los audiolibros me han acompañado en muchos lavados de platos, ¡recomendado!). Ninguno es “más válido” que otro. Lo importante es que la historia llegue a ti de la forma que te sea más cómoda.
Solo quiero decirte que sí es posible incorporar la lectura en tu vida y disfrutarla aunque hoy te parezca difícil. Te lo dice alguien que pasó años sin tocar un libro por gusto. Mi viaje de reconciliación con la lectura fue paso a paso, sin fórmulas milagrosas ni obligarme a algo que no me naciera. Empecé pequeño, encontré libros que me emocionaron, y me quité la presión de ser “el lector perfecto”. Y mira, aquí estoy ahora, contándote esta historia. Imagínate en unas semanas contándome emocionado del libro que estás leyendo, recomendándome tus historias favoritas. Suena bien, ¿no? Pues ese día puede llegar antes de lo que crees. Solo toma ese libro que te guiñó el ojo (sí, ese cuya sinopsis te dio curiosidad), hazte un espacio cómodo, y empieza por unas páginas. Sin expectativas altas, sin miedo a “hacerlo mal”. Léelo como si conversaras con un amigo, a tu ritmo y con tus manías. Si un día no lees, no pasa nada. Si tardas un mes en acabarlo, ¿y qué? Lo importante es que, cuando leas, lo disfrutes. La lectura es un regalo que te haces a ti mismo, un momento de desconexión del mundo y conexión contigo. No importa cuándo empieces o reanudes este hábito, los libros siempre estarán ahí esperándote con los brazos abiertos (o mejor dicho, ¡con las páginas abiertas!). Así que, amigo/a, te animo a darle una oportunidad. Que leer no se sienta como una tarea pendiente, sino como encender una nueva afición, a tu manera. Quién quita, quizá en un tiempo serás tú quien me esté contando tus anécdotas lectoras. 😉 ¡Felices lecturas y que disfrutes cada palabra!
Referencias
Amo Filvà, R., & Miño Pérez, C. (2018). Hábitos lectores en jóvenes universitarios: Motivación, actitudes y uso de pantallas. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 91(32.2), 65–78. https://doi.org/10.47553/rifop.v32i2.70107
Bennett, S., Maton, K., & Kervin, L. (2008). The ‘digital natives’ debate: A critical review of the evidence. British Journal of Educational Technology, 39(5), 775–786. https://doi.org/10.1111/j.1467-8535.2007.00793.x
Cerrillo, P. C. (2016). Lectura y vida: Cómo los libros pueden cambiar tu mundo. Ediciones SM.
OEI - Organización de Estados Iberoamericanos. (2020). Hábitos de lectura en Iberoamérica. https://www.oei.int/oficinas/secretaria-general/publicaciones/habitos-de-lectura-en-iberoamerica
Santandreu, R. (2021). Sin miedo: El método comprobado para superar la ansiedad, las obsesiones, la hipocondría y cualquier temor irracional. Grijalbo.